Epílogo de Clavos en el Alma: Raquel Delgado
SOMOS MEMORIA
Raquel Delgado
No somos más que la suma de nuestros
recuerdos y la huella perdurable que impregnamos en los demás. Somos el primer
aliento, el primer llanto, el primer paso. Somos la estela de nuestros
ancestros, semilla y flor, fruto maduro que nutrirá la tierra del mañana.
Naciste luz, corazón salvaje que no creía en los imposibles. Naciste esperanza.
Naciste poeta. No somos más que la suma de nuestros recuerdos. Jugábamos a
dibujar palomas de la paz en la arena, a observar el ir y venir de las olas, ¿recuerdas?
Siempre a primera hora, cuando la playa estaba desierta y nos pertenecían los
primeros rayos de sol, y luego escuchábamos Dust
in the wind… all we are is dust in the wind…
Eras el príncipe que salvaba a la princesa, el compositor, el que soñaba ser músico, poeta, el que soñaba. Tú y tus sueños, tú y el mundo. Eras las mil historias que siempre tenías para contar, eras memoria. Yo nací luna, corazón salvaje que no creía en los imposibles. Nací conciencia y sosiego. Era tu reflejo más alocado y tu paz. Una mirada bastaba para sabernos. El uno terminaba la frase del otro para romper en mil risas que nadie, excepto nosotros, entendía. Eso éramos, la estela del paso del tiempo impregnada en nuestra memoria. Éramos tanto que olvidamos guardar para mañana. Un día se pararon las agujas de tu reloj, y ya no había presente, sólo recuerdo, ahí residía tu esencia. Seguías siendo, y eras el niño de pantalón corto y rodillas rozadas, y el capitán del barco pirata. Eras la locura de los dieciocho y los chistes de los veinte, eras cada una de las miles de canciones que eras capaz de recordar, eras tu mano aferrada a la mía al cruzar la calle. Eras las tardes de fútbol, la bondad de tus padres, el amor de tus hermanos. Eras esa copa de vino en ocasiones especiales, las tardes de sofá abrazado a tu mujer, eras la primera palabra de tu hijo, eras la suma de tus recuerdos. Ahora que ya no estás, perduras en mí, y me aferro a las últimas cosas que compartimos. Soy la última vez que hicimos nuestros los primeros rayos de sol, soy el último concierto, el último poema que te recité. Soy el último abrazo, el último te quiero, el último todo va a salir bien. Soy tu última risa, y tu último llanto, soy el último beso que te di. Eres y seguirás siendo, porque perduras en mí. De ti aprendí que cada momento cuenta, que la vida es un instante fugaz, y que lo único que importa es el amor, ser feliz, rodearte de amigos de esos que son para siempre, caminar con la cabeza erguida, y que de tu boca sólo debe salir la verdad. Aprendí que sólo merece la pena preocuparse por aquello realmente importante. De ti aprendí que hay gente maravillosa que puede llegar a calarte muy adentro, y que el amor no duele, si duele no es amor. Me enseñaste que el amor no se exige ni se ruega, sólo se siente y a él nos entregamos para ser. Me enseñaste el poder de la risa, y que un día encontraría a alguien con quien podría reír eternamente, alguien con quien una mirada bastaría para sabernos, alguien a quien desearía besar a cada instante, alguien con quien compartir la esencia de lo que soy, la estela de mis recuerdos. De ti aprendí que el mañana es incierto, que lo único que tenemos es el ahora, y que siempre somos recuerdo, tal vez por ello ponga el alma en cada acto, y sonría sin contención, y abrace con todo mi cuerpo, y bese con pasión, quiero impregnar a la gente que amo. Si no hay mañana quiero que recuerden que mis últimas palabras fueron te quiero, que el último abrazo fue de los que perduran, que el último beso fue un te quiero con todo mi ser, ya que ese recuerdo me permitirá seguir siendo, y en ese modo de ser amarlos eternamente.
Fotos de Raquel Delgado: Rakel Cros para el Proyecto Pulsiones.
Foto de José Manuel Vara: Elisabet López