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jueves, 18 de febrero de 2021

Diseccionando la prosa poética de "Clavos en el Alma" : "Las guerras íntimas"

Diseccionando la prosa poética de "Clavos en el Alma"

Las guerras íntimas

 


 

 

   Las guerras íntimas se iniciaron con los disparos de metralla desde tu boca generando reproches que comprendían una infinita gama de negros y grises, salpicados de tonos de desesperanza, rabia, ira y, ocasionalmente, fracaso personal…

 

   Ira como detonante, violencia que vendieron como nacida de la nada, agresividad innata como segunda piel, corazones desgarrados por las fiebres de la ira, una ira despótica como pedregada desbocada en infierno de tempestades emocionales. El fragor de la batalla antes de una ruptura, el silencio atroz tras la derrota del amor, sangre derramada en urinarios de suicidas, semen acumulado en desagües oxidados tras la muerte de la pasión. Estandartes ennegrecidos sobre suelo marchito de habitación violenta, arrebato de ira que nos contaminó con el virus del sufrimiento visceral, irreversiblemente destructivo como voz rota de viejo cantante de jazz consumido por la heroína…, y, de fondo, los graznidos omnipresentes de los cuervos, ciñéndose estrictamente al guión, guión escrito por un demonio menor borracho de ira malsana, esa violencia subliminal que arrasó universos infinitos de ternura, donde la rabia mutó en arma de combate cuerpo a cuerpo, encarnecido y sofisticado en crueldad.

   Rabia como odio, ese odio que  es una palabra breve, pero dolorosa, una consonante criminal y tres vocales hirientes, desgarradoras…

 

   (y una de ellas repetida con orgullo)

 

   Odio es más que un concepto, es una áspera emoción, que se cuaja como clavos oxidados en el epicentro del corazón. Odio es alambre de espinos, es campo de concentración, quirófano de miedos y quimioterapia inútil frente a tumor emocional. Odio es una palabra breve, casi como un suspiro. Odio es rabia egoísta y frustración narcisista. Odio es dependencia enfermiza, celotipia afectiva, lujuria de crueldades engendradas en manicomios de angustia y de dolor. El odio enciende las hogueras de la nueva Inquisición, es una áspera emoción,

que se cuaja como clavos oxidados en el epicentro del corazón. Odio es alambre de espinos, es campo de concentración, quirófano de miedos  y quimioterapia inútil frente a tumor emocional. Odio es una palabra breve, casi como un suspiro. Odio es rabia egoísta y frustración narcisista. Odio es dependencia enfermiza, celotipia afectiva, lujuria de crueldades engendradas en manicomios de angustia y de dolor. El odio enciende las hogueras de la nueva Inquisición, aquella que nos devora por dentro y nos amamanta como psicópatas de feria ambulante en suburbio infectado por el virus de la mediocridad, que fue creado en laboratorios de lujo bajo la sombra de enormes fortunas de tipos que se creen mejor que tú. Odio es una puta del alma. Odio es básicamente rabia, y una palabra envenenada en el cerebro de un francotirador.

 

   Y el FRACASO EMOCIONAL como conclusión inevitable de esa contienda absurda por mantener ese delirante status de poseedores de la verdad absoluta, que tanto daño nos hace, nos hizo, nos hará, invariablemente, hacia dentro, en lo más profundo de nuestras emociones, que conservábamos en tarros de cristal impregnados de soluciones de formol, resguardando esa esencia de inocencia de niño, que sólo usábamos en los momentos de dolor más extremo. Extremo como el uso de toda tu artillería pesada contra desprotegido corazón, blindado únicamente por venas cansadas de serlo y arterias heridas en su orgullo, aquel que nunca, tal vez, tuvieron… y los misiles tierra-aire diezmando, inmisericordes

 

   (todo en las guerras íntimas lo es)

 

   las escasas ganas que teníamos de luchar “por salvar lo nuestro”. Nuestro, pronombre POSESIVO de primera persona del plural. Gramática ausente de sentimientos, afecto y emoción, gramática apocalíptica, gramática fría como balas perdidas, disparadas en la lejanía del olvido por francotirador mutilado de afectos,

 

(afectos que devienen en odio  y el Odio que es básicamente rabia,

y, además, una palabra envenenada en su cerebro,

que soporta un  viejo lastre)

 

   con pesada mochila de carencias afectivas, mochila cosida literalmente a su espalda, más allá de la ominosa percepción del dolor,

ese dolor extremo. Extremo como este proyecto de guerra íntima que iniciamos aquel atípico mes de junio, seis meses después de la muerte de nuestro único hijo en aquel absurdo accidente de tráfico, accidente que nos condenó

 

   (a la rabia infinita y )

 

   al infierno de una vida vacía, y al coma auto inducido del reproche infinito, que busca otro culpable que no sea uno mismo, por una vez, por un instante, por un segundo, ese culpable que no sea yo, pronombre personal de primera persona del singular.

 

Prosa poética: Vara

Portada del libro: Carolina Bensler

Ángeles. Proyectos (work in progress)

 


Ángeles

(vienen cosas bonitas)




Ilustración: Dulce Escribano

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